La coroiditis serpiginosa (CS) se clasifica
dentro del grupo de los síndromes de manchas blancas (SMB). Constituye una
uveítis posterior bilateral de curso crónico y progresivo, donde se alternan
fases activas y fases quiescentes. Cerca del 25% de los pacientes desarrollan
membrana neovascular coroidea.
Su diagnóstico se basa fundamentalmente en la
exploración oftalmoscópica, aunque, con frecuencia, ésta es insuficiente para
determinar la actividad del cuadro y establecer así la actitud terapéutica más
adecuada.
El pronóstico visual en la CS está influido de
forma determinante por la tendencia a la recurrencia del proceso inflamatorio.
Estos episodios de inflamación recurrente son causa de una pérdida indolora
aunque progresiva de la visión, de forma que resulta esencial identificarlos y
tratarlos de forma precoz y agresiva. En este manejo suele ser preciso valorar
diversos indicadores de actividad. El conocimiento y utilización de éstos
resulta crucial en el seguimiento y toma de decisiones de estos pacientes.
No se presenta con carácter hereditario y es de
incidencia similar en ambos sexos. Solamente se afectan los adultos en la
cuarta o sexta década de la vida siendo los primeros síntomas y signos, la
visión borrosa y escotomas.
Usualmente hay ausencia de inflamación en el
segmento anterior; el vítreo varía desde normal a ligera celularidad. Las
lesiones suelen iniciarse en el área peripapilar y extenderse progresivamente
de forma helicoidal hacia el polo posterior y el ecuador, y afecta
frecuentemente la zona macular.
Los bordes de estas lesiones pueden estar
activos con apariencia edematosa y color amarillo grisáceo. Las áreas activas
en semanas y meses comienzan a inactivarse y nuevas lesiones aparecen contiguas
a las anteriores.
Se han descritos casos en que solo está afectada
la mácula, sin evidencias de lesiones peripapilares, que ocasionalmente se
acompañan de estrechamiento vascular, desprendimiento del epitelio pigmentario
de la retina y como complicación más frecuente la neovascularización
subretiniana. El diagnóstico se sospecha ante las características del cuadro
clínico.
El grado de afectación macular determina la
visión del paciente. Las recurrencias son frecuentes y aparecen en un período
de tiempo muy variable, lo que provoca un difícil control terapéutico. Como
tratamiento se han intentado los corticoides e inmunosupresores sin haber sido
eficaces en el control del curso de la enfermedad.
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