Se ha descubierto recientemente que Rembrandt
(1606-1669), uno de los más grandes maestros de la pintura, tenía un estrabismo
divergente. El maestro holandés del siglo XVII se pinta y graba a lo largo de
40 años en múltiples autorretratos, desde sus inicios como pintor hasta sus
últimos años de soledad y miseria, y no resulta difícil para una mirada experta
de oculista detectar la exotropía.
El estudio realizado por Livingstone y Conway de
36 autorretratos, 24 óleos y 12 grabados demuestra claramente una exotropía del
ojo que está en el lado derecho de la cara en las pinturas y del que está en el
lado izquierdo en los aguafuertes.
Tenemos que tener en cuenta al examinar las
pinturas que el pintor copiaba su imagen de un espejo, por lo que el cuadro
ofrecería una imagen especular de su rostro (sería el ojo contrario, el
izquierdo, el estrábico). En el grabado, otro pilar fundamental en la actividad
de Rembrandt, se duplica la inversión, ya que se realiza sobre una plancha
metálica de la que a su vez se obtiene una copia invertida en papel.
Entre las alteraciones sensoriales ligadas a la
exotropía permanente se encontraría una deficiente estereopsis que no sólo no
menguó su virtuosismo con el pincel, sino que pudo suponer una ayuda en la
traslación de las escenas tridimensionales a la tela. El estrabismo también
explica por qué en otros muchos autorretratos Rembrandt oculta en sombra o con
el pelo la mitad del rostro y, a menudo, ofrece una mirada en lateroversión
como sucede en el retrato que le hizo Jan Lievens donde aparece mirando hacia
la izquierda para disminuir el ángulo de desviación.
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