La degeneración macular asociada a la edad, la
retinopatía diabética y los problemas vasculares de la retina son las
patologías más frecuentes que se tratan con fármacos mediante una inyección
intraocular
El ojo es un órgano aislado del resto del
organismo por varias barreras que hace difícil que fármacos administrados por
vía oral o intravenosa alcancen concentraciones suficientes en su interior.
Sin embargo, poner el fármaco directamente en el
interior del ojo hace que las concentraciones intraoculares que alcanzan sean
óptimas para el tratamiento de estas patologías. Estos fármacos se inyectan en
unas concentraciones y volúmenes ya estandarizados y con unas agujas muy finas
introduciéndolos en el ojo en su parte posterior.
El procedimiento de la inyección debe realizarse
en una sala limpia, con unas condiciones de esterilidad perioculares e
intraoculares. El ojo y la superficie que le rodea se anestesia y se deja
aséptico y limpio. Se coloca un paño para aislar y se mantienen los párpados
entreabiertos con un instrumento llamado blefarostato.
El medicamento es inyectado en la zona blanca
del ojo hacia su interior en la cavidad del gel vítreo y una vez inoculado
el fármaco, se retira el blefarostato y se instilan gotas antibióticas que
se mantendrán durante unos días después de la inyección.
Los distintos ensayos realizados en el tratamiento
de estas patologías maculares con inyecciones intravítreas han puesto de
manifiesto que la media de inyecciones en el primer año en el edema macular
diabético es de unas 7.7 inyecciones, disminuyendo a unas tres o cuatro en
el segundo año y existiendo un 20% de pacientes que no precisan de más
inyecciones en el segundo año. En el tercer año la frecuencia de inyecciones
disminuye un poco más.
En la DMAE se estima que es necesario una media de
unas siete inyecciones anuales.
Fuentes:
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